¿Pero por qué hay que ponerle al fósforo una P como símbolo químico y no una F? ¿No sería mejor que el sodio fuese So en lugar de Na? ¿De dónde sale el Hg del mercurio si no tienen nada que ver? ¿Por qué intentan dificultarnos siempre tanto con todo? Qué difícil es ser estudiante…
A todas las personas nos han venido en alguna ocasión a la cabeza preguntas y quejas de este estilo, especialmente en nuestros primeros contactos con el vasto océano que supone la tabla periódica en la cabeza de un preadolescente de trece años.
Para ofrecernos algo de luz y ayuda en este aspecto, el alumnado de 2º de ESO bilingüe se ha ofrecido a realizar una actividad de investigación acerca de la etimología de los elementos químicos, a través de la cual conectarlos con su descubrimiento, el primer nombre que se les otorgó y, por tanto, la raíz de la que provienen los símbolos químicos que sirven como lenguaje universal para referirse a dichos elementos.
Algunos de los ejemplos explorados y encontrados, entre tantos otros, han sido el fósforo (P), que proviene del griego phosphóros (portador de luz), el mercurio (Hg), derivado del griego hydrárgyros (plata líquida) o el yodo (I), el cual resulta de la palabra griega iodes (violeta).
Gracias al esfuerzo y al trabajo del alumnado hemos podido comprobar que el mundo no estaba en nuestra contra al estudiar la tabla periódica, sino que simplemente había una explicación oculta que le otorgaba sentido a todo.
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